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miércoles, 6 de abril de 2011

no te lleves la contraria a ti misma

Puedes llevarle la contraria a tu pensamiento, a tu corazon, pero llega un momento en el que te estas haciendo daño y duele más de lo que nunca te pudistes imaginar. No te obliges a hacer algo que no quieres o no dejes de hacer algo, porque una simple cosa no quiera o no te deja. Como todos decimos "somos libres" pero no somos tan libres como tantas veces decimos, algunas veces dependemos de los demás, aunque no queramos algunas veces acabamos haciendole casos, y puede que salga bien, pero tambien está la posiblidad de que salga mal.



a-g

centrarme en lo importante y olvidarme del ruido

¿Sabeis? no soy de esas que creen que despues de un tren siempre sale otro tren. Busca las fuerzas, la vida apesta, pero la vida merece la pena,
¿Querer es poder? que va! pero te ayuda!

Tengo derecho a estar de bajon de vez en cuando, porque estar de bajon es humano.
No pienso rendirme ante ningun problema,confio en mí, soy capaz de vencer lo que sea.
Volvere a caer millones de veces pero siempre volvere a erguirme porque me di cuenta de que quizas la clave para ser libre sea reir cuando puedas y llorar cuando lo necesites
Sé que puede dar pereza leer todo este texto.Pero merece la pena.
He aquí una vieja historia de amor, que por muy rara o extraña que os parezca, os resultará a la vez; bella y hermosa. No es una historia como las demás, normalmente este tipo de historias acaba con un final feliz, pero os puedo asegurar, que ésta no .Corrían los años 1872, en Londres. En una de sus calles más importantes es en donde ocurre esta historia. En aquel sitio, vivían personas con mucho poder y tenían todo lo que os podéis imaginar. Todas las casas eran lujosas y decoradas con un gusto exquisito. Pero había una de ellas, que rompía toda la elegancia de aquel lugar. Una vieja mansión, descuidada y horrenda. Las malas hierbas cubrían toda la puerta. Los árboles, plantados allí anteriormente, ahora estaban sin hojas y con sus ramas retorcidas como si se estuvieran agonizando de dolor. Todo tipo de criaturas repugnantes encontraban sitios en donde podían sobrevivir: cuervos, ratas, arañas... Lo único que destacaba entre toda aquella maleza, eran unas rosas que se encontraban en unas de las ventanas de la casa, de un color rojo como la sangre, porque...allí, vivía una persona. Una joven de unos veinte años, se encontraba ahí, sola y sin nadie, se llamaba Kasandra. Nadie sabía qué hacía allí, ni por qué no vendía la mansión y se iba. Kasandra era muy reservada y no hablaba con nadie. Nunca, bajo ningún concepto salía de aquella casa. Se pasaba las horas, los días, los meses, los años metida en sus viejos y polvorientos libros o dibujando cuadros que nadie podía apreciar. También se pasaba el tiempo escribiendo en su antiguo diario, todo lo que pasaba por su cabeza. ¿Pero qué podía relatar? siempre encerrada en su casa, sin saber nada sobre el mundo exterior. ¡Oh, pobre alma atormentada! ¡Qué vagas sin rumbo por los rincones de tu jaula oscura! Kasandra, no sabías apreciar la vida, puesto que no la conocías. Para ti la soledad era como una vieja amiga que te arropaba con su silencio, y con su oscuridad. Pero eso para ti pronto acabaría... porque lo viste a él. Era un día como todos los demás, Kasandra después de estar unas largas horas ojeando sus libros, se sentó delante de la ventana para contemplar el paisaje nevado. Meciéndose en su silla mientras dibujaba en su cuaderno. Pero algo le llamó la atención, estaba harta de observar aquel lugar y a sus habitantes. Pero el joven que vio, no le sonaba de nada. Era alto, muy alto, tendría que tener su edad o un poco más mayor que ella. Su pelo era un poco largo y tenía un poco de perilla. Pero lo que más le llamaba la atención a Kasandra eran sus ojos... de un azul intenso como el mar en calma. Kasandra, se quedó un buen rato mirándole, hasta que él clavó en ella su mirada. Ella se estremeció y se apartó de la ventana, no estaba acostumbrada a que alguien se fijara en ella y menos de ese modo. Al día siguiente, a la misma hora, él volvía a estar allí. Kasandra, disimuladamente, apartó la cortina un poco y lo observó detenidamente. Llevaba un maletín y no paraba de mirar su reloj. "Será algo de trabajo" pensó ella. De repente, él se dio cuenta de su presencia y esbozó una sonrisa. Ella se quedó paralizada y no se movió de allí, al final también acabó sonriendo. No duró mucho, al poco rato él se fue. Al tercer día, volvió a aparecer. Esta vez Kasandra hizo un gesto en forma de saludo, él se quitó el sombrero y se inclinó, y después volvió a clavar sus ojos azules en ella. A sí un día tras otro, Kasandra ya lo esperaba impaciente. Quería conocerlo y saber cuál era su nombre, pero no se atrevía a salir de su casa. Un día, él antes de marcharse, le dejó a ella una nota debajo de la puerta. Ponía todo: Se llamaba Jack, tenía veintidós años. Decía que le había llamado la atención siempre la vieja casa abandonada y que se quedó impresionado al ver quien vivía en ella. Decía que tenía ganas de conocerla mejor. Le dio su dirección y desde ese día no paraban de mandarse cartas. Ambos se contaban la vida y lo que les apasionaba. Jack siempre se presentaba a la misma hora y en el mismo lugar para ver a Kasandra. Ella seguía mirándolo desde la ventana, ninguno de los dos se atrevía a verse las caras frente a frente. Ni él entraba en la casa, y ni ella salía a la calle. A pesar de que cada vez los dos se iban apreciando más y más a medida que pasaba el tiempo. Kasandra ya no se comportaba igual, siempre pensaba en Jack, a todas horas; no se lo quitaba de la cabeza. Escribía en su diario lo que sentía, y ese sentimiento cada vez se hacía más fuerte. No podía soportar verlo solamente una hora al día, cogió un papel y dibujó el rostro de Jack. Siempre llevaba encima el dibujo, de vez en cuando lo sacaba y lo miraba un largo rato. Jack también parecía estar igual que ella. Las cosas que decía en las cartas, la forma de mirarla... Kasandra sabía que algún día vencería sus miedos y se atrevería a salir de su prisión. Aunque eso sí... no podía estar más feliz. Pero un día, la cosa cambió. Kasandra esperaba impaciente, como siempre, mirando desde la ventana. Pasaron horas... y Jack no apareció. Al día siguiente igual, y así hasta pasar semanas. Kasandra no sabía lo que pasaba, le escribía cartas en donde le exigía una explicación. Pero Jack no contestaba. Creía que le había pasado algo malo, eso no era propio de él. Ella empezó a angustiarse y a preocuparse, a pensar en lo peor. Se estaba volviendo loca. Danzaba de un lado a otro pensando en voz alta, con nerviosismo mientras agarraba con fuerza el retrato de Jack. Pensaba que estaba perdida. Una noche de tormenta, ella estaba frente a la ventana, mirando cómo las gotas de agua chocaban contra el cristal. Ya había pasado dos meses desde la desaparición de Jack, todavía seguía pensando en él. Entonces, volvió a pensar en ello. Muchas veces se lo había planteado, salir de la casa para ir a buscarlo. Lo meditó con tranquilidad, así estuvo media hora. Al final se decidió, aquella noche... rompería los grilletes que la encadenaban a aquella casa. Cogió una manta y se la puso en la cabeza, a modo de capucha y fue hacia la puerta. Puso la mano sobre el pomo y respiró profundamente, lo tenía todo planeado, sabía donde vivía Jack. De un tirón abrió la puerta de par en par y salió a correr como alma que lleva al diablo. Recorrió calles que ni ella sabía que existían, se deslizó por los sucios callejones mientras la tormenta caía sobre ella. El suelo estaba muy húmedo y de vez en cuando se resbalaba y caía de bruces al suelo, pero ella se levantaba y continuaba... solo tenía una cosa en la mente. Después de estar horas dando vueltas, por fin encontró la casa de Jack. No era tan lujosa como las que estaba acostumbrada a ver, era una casita normal y sin nada de especial. A Kasandra, le latió el corazón tan deprisa que parecía que iba a salir disparado del pecho. Llamó a la puerta... nadie contestaba. Volvió a llamar, esta vez, más fuerte. Seguían sin contestar .Golpeó la puerta desesperada, pero siguió igual. Decidió entrar por la fuerza: "¿y si Jack estaba...?" pensó, pero enseguida se quitó ese pensamiento de la cabeza. Le dio una fuerte patada a la puerta y la derrumbó. Entró en la casa, respirando entrecortadamente. Observó todos los rincones de la casa, no había nada extraño. Entró en el cuarto de estar y lo que vio le dejó helada. Era Jack, sí estaba allí y vivo, pero había alguien más... una mujer. Kasandra, sorprendida y horrorizada se alejó poco a poco, pero tropezó y se cayó. El ruido hizo que las dos personas miraran atrás. Jack, atónito, miró a Kasandra y dijo:
- ¿Pero qué...? ¿Kasandra? No...No es lo que parece.
- Tú... -murmuró Kasandra mientras clavaba en él una mirada llena de ira y de odio.
- ¿Quién es esa pordiosera? -preguntó la mujer con cara de asco.
Kasandra se levantó poco a poco, con una mirada fría en sus ojos. Miró a su alrededor y vio justo al lado de ella un abrecartas. Lo cogió y lo observó detenidamente y con curiosidad. Palpó su empuñadura de plata y rozó su filo. Brotó de su dedo un hilo de sangre y ella sonrió. Se acercó a la mujer, que ella todavía seguía esperando una respuesta a su pregunta. Kasandra la miró cara a cara y dijo:
- Yo soy Kasandra.
Y con un movimiento de su brazo derecho hizo un corte limpio en la garganta de la desconocida. Se llevó las manos al cuello y le empezó a salir sangre en abundancia y cayó al suelo. Jack estaba aterrorizado, se tapaba la cara con las manos y gritaba de horror. Kasandra todavía seguía de pie, y con una sonrisa siniestra dibujada en su rostro. Ella se arrimó más a él.
- Kasandra... no lo hagas por favor -dijo él asustado- siento mucho lo que ha pasado, te juro que no volverá a ocurrir.
- ¿Tienes idea del daño que me has hecho? -respondió ella dolida.
- Sí, y lo siento de veras pero... tengo una solución -agarró de la mano a Kasandra y dijo - Huyamos juntos, donde no haya gente desagradecida ni mirones.
Jack la miró a los ojos, Kasandra volvió a encontrarse con aquella mirada, se perdía en ella.
- Ven -dijo él mientras abría los brazos.
Kasandra titubeó, pero al final los dos se fundieron en un cálido abrazo. Los dos se quedaron así un rato, Jack parecía feliz pero, de repente, sintió un agudo dolor y se separó de Kasandra. Vio que ella estaba seria, Jack empezó a escupir sangre. Kasandra le había clavado por detrás el puñal. Jack miró a Kasandra, con una expresión de profundo terror.
- ¿Por qué?... -dijo él.
Kasandra no dijo nada, sólo lo miró con lástima. Ella se acercó a él.
- Te quiero... -le susurró al oído antes de que él cayera muerto al suelo.
Un charco de sangre manchó el vestido y los zapatos de Kasandra, pero a ella no parecía importarle. Miró aquella escena macabra, a partir de ahora, le perseguiría en sueños. Salió de la casa y andó durante un rato, la tormenta no se calmaba e incluso ahora era peor. Llegó a su casa y se encerró de nuevo. Se miró al espejo, vio su cara pálida, sus ojeras y las manchas de sangre que la cubrían. Cogió su diario, y relató todo lo que había pasado:
Querido diario:
Hoy ha sido uno de los días más melancólicos de toda mi vida. Hoy me atreví a salir de mi prisión, fui a buscar a Jack. Al llegar a su casa, me encontré algo que realmente no me esperaba... no quiero recordar aquella escena. La verdad, no sé lo que me pasó. Lo único que sé es que cogí un puñal y degollé a la mujer que había al lado de Jack. Él me miró aterrado, lo vi en sus ojos. Luego intentó arreglar las cosas como si no hubiera pasado nada. Me dijo que nos fuéramos juntos a vivir a otro lugar. Estuve a punto de ceder, lo reconozco e incluso lo abracé. Pero cada vez que le miraba a los ojos, no podía evitar recordar aquella escena tan dolorosa. A sí que, no tuve más remedio que matarle, le clavé un abrecartas en el corazón. A veces siento remordimientos, yo le quería pero sólo veía en él a la persona que me había utilizado. Sé que pronto vendrán a buscarme, pero no le tengo miedo a la muerte, al revés... es lo único que deseo ahora.
Al terminar, deslizó unas de sus manos por la página del diario y la manchó de sangre. Una lágrima corrió por su mejilla y se estampó contra el papel, haciendo que la tinta se corriera.
Como dijo ella, no tardaron en encontrarla y en arrestarla. Miró a los soldados con valentía y no dijo nada. El juicio duró muy poco, puesto que ella no defendió su inocencia. El juez la condenó a morir en la horca al amanecer, ella asintió y la llevaron de vuelta a su celda. Oscuridad... era lo único que veía, deprimente.
Una hora antes de que los guardias vinieran a buscarla, ella sacó el abrecartas con el que había matado a Jack, se lo había guardado. Luego, sacó otro objeto de bolsillo. Después de mirarlo, cogió el puñal con fuerza y se atravesó el corazón.
Los guardias llegaron más tarde, y vieron el cuerpo sin vida de Kasandra, en un gran charco de sangre. En su mano derecha, sostenía el puñal con el que se había quitado la vida y la otra mano, aferraba con fuerza el retrato de Jack




-Ana.
http://www.youtube.com/watch?v=822gbTRgvNE



[Ana]

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